domingo, 29 de enero de 2017

He visto LaLaLand

He leído varias críticas por internet de esta película, grave error por mi parte, porque la procrastinación hizo que empezase escribiendo este post y acabara viendo Grand Piano (2013) protagonizada por Elijah Wood (sí, Frodo) porque una de las chicas comparaba LaLaLand con esta. No sé yo si la diarrea mental que tuve a continuación fue muy adecuada pero acabé acostándome a las tantas harta de tan corta inspiración y sin escribir ni un renglón. 

Su director es Damien Chazelle, ha dirigido y guionizado 3 películas, todas ellas han generado un gran impacto. Producida en EEUU por Summit Entertainment / Gibert Films / Impostor Pictures / Marc Platt Productions. 

Resumo el mensaje de la película así:

La vida que nunca es como esperamos.
La vida que centramos en soñar despiertos, perseguir esos sueños y sin duda alcanzarlos.
La vida, esa que invertimos en algo que creemos haber conseguido... Pero en realidad lo definido es un reflejo de lo que en principio queríamos.

Y lo único que nos queda, el landscape que nos ofrecen como sedante de ese dolor, es un aturdimiento de hacernos creer que estamos en el camino correcto cuando en realidad no hay ningún camino que seguir. 

Es la la la, todo magia y color y luego está el "and" que quiere decir "y zasca" cómete esta hostia así sin consagrar ni nada. Perdón por la expresión.

Quiero rematar el marco intencional del film afirmando su único propósito: desvirtualizar con el triunfo de 14 nominaciones a los Óscar, la racionalización romántica del éxito más certera de la historia, encubierta con canciones e indumentarias propias de un musical de Disney.

Emma Stone (Mia) interpretando a la joven actriz a punto de salir de fiesta con sus compañeras de piso.

El objetivo en la vida de un artista a mi entender es crear algo que merezca la pena contemplar. Querer hacer algo productivo y bonito  pero eso es una tarea más que difícil hoy (y no nos engañemos, también lo era hace un tiempo). 
Y con este panorama a los artistas les toca medir sus palabras dentro de un baremo de likes en facebook y followers en Twitter. No hay escape a las ideas bonitas ni a las entradas con arte si no hay suscriptores. Es un poco como el sistema, como la vida misma, como perseguir un sueño y alcanzarlo y sí al fin y al cabo estar satisfecho porque lo has logrado sin darte cuenta. Pero no eres feliz, no tanto como imaginabas, porque tu vida no te llena como se supone que debería. 
Hay un engaño al ojo del espectador, una suma de nivel que destroza la imagen que tienen de si mismos los espectadores. Puedes haber tres reacciones o la amas, o la odias, o la olvidas tal y como sales por la puerta de la sala de cine. 

Es prácticamente imposible definir estos perfiles y los motivos individuales por los que cada uno ama u odia algo pero pongo mi mano en el fuego al afirmar que si la amas, al ver la película sufres por un amor imposible por el que lucharías si estuvieses en su lugar. En este caso la trama te importa entre cero y nada y sales maravillado de las tortas que ha recibido tu cerebro en esas dos horas y cuarto sin olvidarnos de la fantástica banda sonora, los bailes y la interpretación.  Y os aseguro que a pesar de reconocer y admirar todos estos elementos yo no entro en ese grupo. 

Yo siento que me han plantado delante de mis narices algo precioso que han destrozado, momento a momento mediante una ejecución impecable (ejecución de verdugo para matizar bien) de lo que yo haría, porque es lo que me han enseñado a hacer y pensar desde niña. 
Me han dado mis ganas de soñar en forma de musical en la gran pantalla y me han dicho, esto podría pasar, podría hacer que salieses volando del cine fascinada y pensando que todo se puede lograr y que serás esa chica de película algún día. Y justo después me han dicho que no. 
Que en este mundo nos han enseñado a actuar de una forma determinada, de una manera sensata y resulta, que aunque actúes de manera sensata, aunque seas esa chica de la que sus padres están orgullosos y con la que la gente se suele comparar no vas a tocar ese clímax de película. Posiblemente alcanzarás tu meta, porque has seguido los pasos, tienes la cabeza bien amueblada y sabes que es lo que quieres y te dejas llevar por lo que hay que hacer olvidando esa parte romántica. Ese otro sueño que rechazas alcanzar, al que le restas importancia, que te da menos dinero pero más felicidad, por ejemplo.

Emma Stone(Mia) buscando a Ryan Gosling (Sebastian) en la sala de cine

Es cruel porque te lo dice pero no. Es fría y calculadora por más colores que le ponga. Es brutal como pone la luz verde, la misma tonalidad de verde por la que el protagonista del "El gran Gatsby" lo da todo. El mismo sueño y futuro que es oscuro, negro, pero no por pésimo sino por incógnita. Y a esa oscuridad aturdidora nos empeñamos en darle luz en nuestra mente y luego, nos chocamos con que la luz no era verde, lo único verde es el vestido de Emma Stone, muy favorecedor, por cierto.

El juego de colores es espectacular, el azul, el rojo, el verde y el amarillo. Todos los colores primarios que simbolizan las emociones primarias, de eso va la película, de los sentimientos e instintos primarios que se mezclan con el deber y con lo aprendido, con pensar, tal vez demasiado.

Hay un pequeño yo invisible que vive dentro y que nos grita todos los días, algunos le oímos y otros fingen no saber nada del tema pero su problema es que les da miedo creer que oyen voces. Porque  esas voces de su interior les dicen que no están bien, que deberían cambiar el rumbo y que aunque crean que hacen lo correcto, la felicidad no entiende esos baremos. 

 Emma Stone (Mia) y Ryan Gosling (Sebastian) besándose tras un baile.

By: Kiissy

1 comentario:

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